miércoles, 22 de diciembre de 2010

UN MUNDO RARO
EL INAGOTABLE EXILIO
18.12.10 - 00:10 - MERCEDES BARRADO TIMÓN Varios actos de esta semana han estado marcados por el tema del exilio de los republicanos tras la guerra civil española. Sobresale por su aplastante significación la exposición del fotógrafo Agustí Centelles, que ha traído a Badajoz la Diputación Provincial de Badajoz y que nos ha permitido ver de cerca una de las obras más reveladoras que existen sobre los sufrimientos de los españoles que pasaron por los campos de concentración franceses. Agustí Centelles, hombre de izquierdas y periodista sobre todo, compartió el infeliz destino de sus compañeros aunque con una ventaja destacada sobre todos los demás que, a la postre, le hizo pasar a la historia: Logró quedarse con sus cámaras de fotos y ellas actuaron de parapeto desde el que asomarse a la miseria diaria del campo de internamiento y le convirtieron en testigo sufriente de los hechos. A esa condición de testigos suelen acogerse esos periodistas de las películas de guerra que, poco antes de que les alcance la última bala que no se oye llegar, se chulean de su resistencia ante la muerte con un conjuro pueril.
-Alguien tiene que vivir para contarlo.
Pero, efectivamente Agustí Centelles, sobrevivió para mostrar aspectos terribles de aquella guerra, aunque antes tuviesen que pasar 35 años durante los cuales las imágenes del campo de Bram tan sólo fueron un recuerdo tamizado por la forma del objetivo de su Leica.
Sergi Centelles, uno de los hijos del fotógrafo, cuenta que durante las negociaciones que llevaron a cabo para depositar en las instituciones el legado de su padre, les impulsaba sobre todo el deseo de difundir su obra, que no alcanzó durante su vida el reconocimiento que demanda su calidad, cosa que mortificaba en cierta forma al periodista. Hubo que esperar a 1984 para que se le concediese el Premio Nacional de Fotografía al autor que en el verano de 1936 fue portada de Newsweek con su imagen de unos milicianos parapetados tras una barricada de caballos muertos en las calles de Barcelona.
Tras visitar esta exposición y atisbar otros trabajos de Centelles, nos acomete la sorpresa de comprobar que muchas imágenes que nos resultan familiares sobre nuestra historia reciente son obra de este fotógrafo aunque nosotros no lo sabíamos. Así, la de Federica Montseny en un mitin electoral; la imagen impresionante de esos niños que 'juegan' a fusilar a unos compañeros de aventuras; fotos de milicianos en el frente de Aragón o la que probablemente es su foto más conocida, la imagen de esa mujer vestida con ropas que parecen de calidad y que llora arrodillada sobre el suelo donde está el cadáver de su marido. Esta obra sintetiza alguna de las anécdotas que se acumulan sobre el carácter documental de las fotos de Centelles y sobre las dificultades para el control personal de una obra gráfica ingente como la suya. De esta foto se ha contado que el hijo del matrimonio que sale en la misma reconoció en ella por casualidad, ya adulto, a su madre y supo así con exactitud de las condiciones en que había fallecido su progenitor, un dependiente de botica asesinado en el bombardeo de Lérida.
Esa foto ha sido publicada en miles de documentos, muchas veces sin citar su procedencia y en la mayor parte de los casos con textos explicativos que deformaban las circunstancias concretas de su toma. Se ha dicho que era una mujer reconociendo el cadáver de su marido fusilado y se la ha empleado para ilustrar diatribas sobre la maldad de uno y otro bando. Sobre esta imagen y sobre alguna más, han abierto los hijos de Centelles diversos pleitos que pretenden establecer con claridad la autoría de su padre sobre las mismas e impedir que se utilicen «de forma arbitraria y poco ortodoxa» manipulando su contenido. Esa foto fue tomada en el cementerio de Lérida el 3 de noviembre de 1937 e historiadores norteamericanos la consideran «la máxima expresión del dolor de una guerra civil».

martes, 21 de diciembre de 2010

DÍA INTERNACIONAL DE LAS PERSONAS MIGRANTES
Una posguerra que dura toda la vida
Tres vascos que fueron enviados a México durante su infancia en 1937 relatan su exilio en una película recién estrenada en Euskadi

20.12.10 - 02:32 - .

Opinión *

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Hasta el final de la Guerra Civil, unos 33.000 niños vascos fueron enviados por sus seres queridos al extranjero para protegerles de los bombardeos. Acompañados por personal educativo y sanitario, dejaron sus casas, su tierra, en lo que se preveía una ausencia temporal. Pero para la mayoría ese 'exilio' se prolongaría por el resto de sus vidas. Coincidiendo con el Día Internacional de las Personas Migrantes, la fundación Idi Ezkerra y Moztu Filmak presentaron este fin de semana en las tres capitales vascas el documental 'Amaren Ideia' (La idea de mi madre), que cuenta la historia de tres niños de la guerra en su regreso a Euskadi desde México, 70 años después de su partida.
La cinta, que ha contado con la colaboración del Gobierno vasco y EiTB, es el primer documental de Maider Oleaga. Como directora acompañó a Lucía Michelena, Alfredo González y José Henales en los días previos al viaje, así como durante su estancia en el País Vasco en junio de 2008, en el marco del homenaje organizado por Idi Ezkerra. EL CORREO ha charlado con los tres protagonistas de la película para conocer de primera mano su desgarrador testimonio, el de los niños a los que la guerra arrancó de sus raíces.
Alfredo González
«Salimos vivos, así que no me quejo»
Alfredo González, natural de Irún, era el pequeño de cuatro hermanos. Huérfano de madre, tenía ocho años cuando en 1937 su padre, trabajador de la Aduana, le envió a México para alejarle del horror de la guerra. «Se creía que todo acabaría en tres meses, pero después vino la posguerra, el hambre... Al final, fue para toda la vida», relata. Alfredo cruzó el 'charco' acompañado por su hermano Emilio, que entonces contaba 11 años, pensando que aquello serían unas «vacaciones». Embarcó en Barcelona, donde se salvó «de milagro» de un bombardeo, con destino al internado de Morelia, en el que compartió estancia con otros 480 niños. «Por el camino se quedó toda una vida», sostiene.
En México eran conocidos como «los niños comunistas». «Morelia era un pueblo católico» y allí «éramos los diablos, los 'rojos'. ¡Pero qué ideas políticas ibas a tener con ocho años!», expresa. Alfredo no volvió a tener contacto alguno con su familia. «Creo que nunca supieron dónde estábamos», señala. A sus 83 años recuerda cómo todos los niños «iban como pollitos al maíz» cuando alguien gritaba «¡Cartas de España!». «Llegaron muchas, pero ninguna para nosotros», lamenta. González se escapó del internado con 13 años -su hermano se marchó antes y acabó enrolado en la Marina Mercante de EE UU-. «Era un aventurero», asegura. Alfredo trabajó en varios empleos en México, durmió en la calle y pasó temporadas en las que sólo tuvo cáscaras de naranja para llevarse a la boca. Pese a las penurias, no guarda rencor a su familia. «Seguro que pensaron: 'Mejor que se salve fuera a que muera dentro'. Salímos con vida, así que no me quejo», se sincera. «Ya no tenía a nadie en Euskadi y sólo había estudiado Primaria». Por eso se quedó en el país que le vió crecer. Alfredo, que se casó y tuvo seis hijos en México, rememora con ilusión su regreso a su tierra hace dos años. «Todo había cambiado». En un restaurante, un coro entonó el tango 'Volver'. «No pudimos evitar las lágrimas», evoca.
Lucía Michelena
«Aquel viaje nos dejó marcados para siempre»
Lucía Michelena cumplió doce años en el barco que le llevaba a México. Era tan sólo una niña cuando le tocó ejercer el papel de madre. Natural de Bayona, aunque sus progenitores procedían de Bilbao y de Irún, tuvo que hacerse cargo de sus hermanos, uno de seis y otro de dos años y medio. «Cuida de ellos, tú eres la mayor», fueron las últimas palabras que le dijo su madre antes de embarcar, mientras el más pequeño se aferraba a los brazos de su madre. «Yo no sé que haría si viese que están matando a mis hijos...», reconoce.
Michelena, que no ha olvidado su época de estudiante en el colegio bilbaíno de Atxuri, se emociona cuando echa la vista atrás, hasta su llegada a México. En el trayecto se alimentaban de pan con mantequilla y mermelada, hasta que alguien gritaba «¡pónganse los salvavidas!», «que les quedaban grandes». «Era su forma de prepararnos ante posibles bombardeos aéreos», apunta. Su hermano pequeño se perdió en el barco y no fue hasta tiempo después cuando lo localizaron en la beneficiencia de Veracruz. «Se había puesto malo y lo llevaron a la enfermería», relata Lucía, que por aquel entonces se encontraba en el internado de Moralia. El pequeño sobrevivió, pero no así el mediano de los tres, que falleció a los quince años en México. Aquel viaje fue sólo un sueño que «dejó marcados a los niños para toda la vida».
Lucía, que se convirtió en una estudiante brillante -cursó Comercio con tan sólo catorce años-, perdió el contacto con su madre, después de que ésta la culpara de la muerte de su hermano. «En cada carta me recriminaba que no había cuidado de él», revela. La herida duele todavía hoy. Tiene una hermana de setenta años a la que ni siquiera conoce. Prefiere no hablar de «las miserias». Se casó y tuvo once hijos, pese a que los médicos la dijeron que no podría quedarse embarazada. Ellos, y sus nada menos que 33 nietos, son su mayor alegría. Se quedó viuda a los 54 años y tuvo que «trabajar de sol a sol». No se considera una persona «valiente», sino «de fe». Por ello, confía en que el documental sirva para que las nuevas generaciones sepan la tragedia que deja tras de sí una guerra.
José Henales
«Desconecté de todo, de mi madre, de la guerra...»
Natural de Balmaseda, recuerda el día que tuvo que abandonar Euskadi «como si fuera ayer». «No se olvida nunca. Estábamos en guerra y separaban a los niños de su tierra», resume. José Henales tenía 9 años cuando su madre le envió a Rusia junto a su hermano mayor, de 11. Y si algo tiene claro es que él «nunca mandaría lejos a un hijo». «Sé que no fue algo bueno», opina. Preguntas como '¿por qué nos mandan fuera de casa?' o '¿por qué a mí?', han recorrido su mente durante mucho tiempo. Nunca olvidó su casa, aunque en los hogares infantiles rusos estuvieron «muy bien atendidos». «Los cuatro primeros años fueron los más felices de mi vida. Era pequeño y desconecté del todo. De la guerra, de mi madre, de mi abuela...», señala.
José volvió a ver a su madre, que había huido a Francia con otro de sus hermanos, en 1964, pero «no fue como esperaba». «Se supone que una madre es lo más grande porque es la que más te quiere, pero no sentí nada», admite. Henales prefiere recordar aquella experiencia «sin resentimiento, sin dolor», pero le resulta difícil. Nunca volvió a España. «No me ilusionaba porque nadie de mi familia me dijo que regresara. Uno siente que algo se perdió para siempre, aunque entonces eras un niño y no sabías hasta qué punto».

jueves, 2 de diciembre de 2010

Exposición “Winnipeg, el exilio circular” en el Museo de la Memoria La Tercera, 24/11/2010 - 30 Noviembre 2010

Exposición “Winnipeg, el exilio circular” en el Museo de la Memoria
La Tercera, 24/11/2010 - 30 Noviembre 2010

La muestra retrata el exilio republicano en Chile y Argentina mediante obras que constituyen acciones de memoria



Hasta el 12 de enero se estará presentando la exposición “Winnipeg, el exilio circular”, un relato sobre el exilio republicano en Chile y Argentina, y sobre el exilio chileno y argentino en Europa.

La muestra de los artistas chilenos Hernán Rivera, Andrea Wolf, Elisa Díaz; el grupo conformado por Pablo Hermansen, Marcos Chilet, Alejandro Durán y el equipo de producción de Plataforma Cultura Digital, exponen el concepto de exilio mediante obras que constituyen acciones de memoria.

Las obras, que protagonizan esta muestra, toman lo circular como una herramienta conceptual, material y simbólica. Los visitantes tendrán la oportunidad de interactuar utilizando interfaces análogas, mecánicas y digitales, compuestas por fotografías y videos de archivo, imágenes abstractas y sonidos.

La muestra fue construida a partir de materiales producidos por el Programa de Investigación Domeyko “Memorias, Historias y Derechos Humanos” de la Universidad de Chile, el Museo de Arte y Memoria de La Plata, Argentina y el Centro de Estudios de la Época Franquista y Democrática de la Universidad Autónoma de Barcelona.

La exposición es en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, de martes a domingo de 10.00 a 18.00 horas y su entrada es liberada.

http://www.latercera.com/noticia/cultura/2010/11/1453-309934-9-el-museo-de-la-memoria-expone-winnipeg-el-exilio-circular.shtml

México tierra por excelencia para españoles exiliados

Así lo explicó el poeta español Tomás Segovia, quien reconoció que en aquel entonces México se convirtió en el país por excelencia para los españoles que escapaban de la represión del dictador Francisco Franco.



Mar, 30/11/2010 - 20:47

Guadalajara.- Entre los años de 1936 a 1939 miles de españoles huyeron como consecuencia de la Guerra Civil española, por lo que muchos encontraron en México un segundo hogar.

Así lo explicó el poeta español Tomás Segovia, quien reconoció que en aquel entonces México se convirtió en el país por excelencia para los españoles que escapaban de la represión del dictador Francisco Franco.

“Para los exiliados españoles del 39’ México fue la tierra de acogida, hubo otros países, pero el lugar escogido por excelencia fue aquí”, explicó.

Durante la presentación del foro: “Desde allí hasta acá. México como la tierra acogida”, que se realizó en la Feria Internacional del Libro Guadalajara 2010, el español destacó el ejemplo que puso México ante el mundo al no reconocer a la Alemania Nazi de Hitler.

“A mi lo que me enseñó el exilió fue a tener mucha desconfianza del nacionalismo, me críe por el mundo y aprendí que el hombre es un animal mundial”, recordó.

Dijo durante su participación que muchos españoles, incluido él, pensaron que el exilio sería pasajero, que una vez terminada la Segunda Guerra Mundial todos volverían.

“Durante mucho tiempo pensamos que eso sería un exilio pasajero y no fue así, la asimilación fue lenta, fuimos perdiendo la esperanza y a medida que se iba perdiendo esa esperanza tuvimos que ir haciendo una vida en México”, comentó.

Asimismo, el escritor Jorge Volpi platicó su experiencia cuando estudió un doctorado Filología Hispánica en la Universidad de Salamanca, España, en la que encontró a muchos latinoamericanos y conoció la faceta cultural de esa región.

El autor de la novela “En busca de Klingsor” fue el representante de México para hablar de su experiencia como estudiante en el viejo continente, del cual, platicó, tiene muchas experiencias.

Con el foro: “Desde allí hasta acá. México como la tierra acogida” la FIL 2010 buscará encontrar más lazos que el idioma castellano, así como dar a conocer las redes que unen a ambos países.

Por ello, la junta de Castilla y León, región invitada este año, organizó esta mesa que se desarrollará hoy 18:30 horas y en la que participarán Juan Pedro Aparicio, José María Merino y Hernán Lara Zavala.
Carlos Gutiérrez