miércoles, 1 de abril de 2009

70 años de la victoria de Franco. Refugiados republicanos cruzando la frontera de los pirineos.


La larga marcha de los vencidos

La victoria de Franco supuso la expulsión de todo un Estado, desde su presidente hasta el más humilde de los maestros
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Refugiados republicanos cruzando la frontera de los pirineos a las de Banyuls-sur-Mer. - GETTY IMAGES
PERE RUSIÑOL - MADRID - 30/03/2009 08:00

Los nacionales ganaron, pero la Nación se jibarizó: casi 500.000 vencidos emprendieron la huida ante el triunfo del oscurantismo fascista. Bajo la nieve, harapientos y derrotados, los integrantes de un pueblo que hundía sus raíces en el Siglo de las Luces y que acababa de ser destrozado empezaban una larga marcha que sólo en muy contadas ocasiones tendría un final feliz.

El éxodo brutal no tenía precedentes ni siquiera en un país cuya historia, como recordaría luego el poeta Jaime Gil de Biedma, es la más triste de todas las historias. Ni siquiera el país que había expulsado antes a los judíos, a los liberales, a los progresistas y a tantos otros que ponían en riesgo la visión más estrecha de una nacionalidad vinculada casi siempre al trono y la cruz era capaz de imaginar algo parecido: la expulsión de todo un Estado, desde su presidente hasta el más humilde de los maestros.
La victoria de Franco forzó la emigración de medio millón de españoles

"Lo que sucede en 1939 es incomparable con cualquier otra catástrofe anterior: es un desastre incalculable, imposible incluso de evaluar, e irrecuperable", opina Francesc Vilanova, historiador de la Universitat Autónoma de Barcelona (UAB) especializado en el exilio. Y añade: "El coste es salvaje y va mucho más allá de una cuestión numérica. La pérdida cultural, intelectual y científica es inconmensurable". Tras la huida de la represión aguardaba además la odisea: para casi todos, los deplorables campos de refugiados en Francia, que eran más bien campos de concentración.

Y luego, la lotería: la deportación, los campos de concentración nazis, la guerra contra el fascismo en suelo francés, la nueva vida gris y sin brújula en la Unión Soviética, el regreso y la represión en España, la lucha por el sustento básico en América Latina o, en ocasiones, el éxito empresarial o académico al otro lado del Atlántico. Pero siempre la añoranza y la tristeza de la derrota de la República, que muy pronto se vio que iba a ser para siempre.

"De esta catástrofe sólo hay una cuestión buena: la aportación extraordinaria de todo lo mejor que tenía España hacia América Latina y Francia, sobre todo, en el ámbito académico", opina el sociólogo José Vidal-Beneyto.

Sólo el México de Lázaro Cárdenas aceptó sin reservas a los republicanos sin patria. Pero más allá de los Estados y sus cadenas con la realpolitik de la época, el éxodo despertó "extraordinarias muestras de simpatía en los pueblos de muchos países", recuerda el director de la Fundación Pablo Iglesias, Salvador Clotas.

La larga marcha del exilio duró casi 40 años. Pero aunque algunos exiliados acabaran regresando, su país se perdió para siempre.

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