jueves, 8 de julio de 2010

De huidos de Franco a supervivientes de Trujillo
Público, 02/07/2010 - 4 Julio 2010 La República Dominicana conmemora el 70 aniversario de la llegada de los republicanos



DIEGO BARCALA MADRID

Cruzaron la frontera hacia Francia en 1939 huyendo del fascismo español. En los campos de concentración, se toparon con el colaboracionismo nazi de los franceses, que les obligó a huir por segunda vez en menos de un año. Con la esperanza intacta por volver pronto a su tierra, 4.000 españoles llegaron hace 70 años la República Dominicana. Allí los recibía con un abrazo inerte el dictador Rafael Leónidas Trujillo, que los acogió con la condición de que no se metieran en política. Prohibición imposible para los militantes republicanos, cuya contribución es todavía venerada en Santo Domingo. El presidente Leonel Fernández rindió este jueves homenaje al exilio español.

“A los inmigrantes económicos nos trataron de manera diferente. Éramos refugiados y el pueblo, a diferencia de Trujillo, sí que nos trató de una manera preferente, como todavía ocurre hoy”, recuerda desde Santo Domingo vía telefónica María Isidra Bernaldo de Quirós, de 87 años. Su padre, Constancio, fue uno de los juristas que redactó la Constitución republicana de 1931 y su hijo, Roberto Cassá, dirige actualmente el Archivo General de la Nación. “La conmemoración de la llegada de los republicanos se inscribe en el recuerdo que la Academia Dominicana de Historia ha emprendido para el conocimiento de las luchas contra la opresión”, explica solemne Cassá.

La esperanza por volver se fue diluyendo con el paso de los años. La permanencia del franquismo era bien visible en la Casa de España de Santo Domingo, donde los funcionarios colgaron carteles de “¡Viva Franco!”. “Salí de España con una idea clara de lo que estaba ocurriendo. Mi familia se trasladó de Madrid hacia Valencia gracias a que mi padre era íntimo amigo de Pablo Iglesias. Fuimos con el V Regimiento de Enrique Líster, con quien hice amistad. Gracias a él, adquirí la conciencia con la que influimos, sobre todo, en los obreros de aquí, a los que ayudamos en la huelga de los azucareros. Desde mi conciencia socialista, puse mi granito de arena”, recuerda María Isidra orgullosa, con el adquirido acento caribeño.

Su hijo Roberto difiere sobre el poder de influencia política de los exiliados y destaca más la relevancia cultural al fundar la Orquesta Sinfónica o la Escuela de Bellas Artes. “Aunque llegaron con la convicción de que no podían incursionar en la política del país, el hecho de que publicaran prensa partidaria, fuese anarquista, comunista, socialista o republicana, fue suficiente para un impacto extraordinario en un medio en que el discurso enervante del régimen copó todos los espacios del pensamiento político”, analiza Cassá.

Los casos de los vascos Jesús de Galíndez y José Almoina, ambos asesinados por el tirano, demuestran el alto precio que pagaron los españoles que trataron de influir en la dictadura de Trujillo. Galíndez, miembro del PNV, fue secuestrado en Nueva York, llevado a la República Dominicana y asesinado por los servicios secretos dominicanos en 1956, antes de que publicara una tesis sobre el dictador. José Almoina, menos conocido que el personaje inmortalizado por Manuel Vázquez Montalbán, fue asesinado en plena calle en México DF. Ambos conocieron las entrañas trujillistas y pagaron sus conspiraciones.

“Trujillo los acogió al comenzar la II Guerra Mundial para limpiar la imagen de su régimen ante EEUU. El Gobierno dominicano se había significado con muchos gestos en favor del régimen de Hitler. Siempre digo que la República Dominicana es el patio trasero de los americanos”, analiza el asesor del presidente del Gobierno, Félix Martínez de la Cruz. Este español, que lleva 15 años a caballo entre la República Dominicana y España, es asesor de Leonel Fernández en política exterior. Martínez de la Cruz es un veterano militante de IU que destaca el papel “conciliador” que Fernández juega en la geopolítica latinoamericana.

El recuerdo de los republicanos españoles impulsado por Fernández forma parte de un proceso de recuperación de memoria histórica de la sociedad dominicana. “No es un proceso similar al de España porque aquí, en 1961, tras la eliminación física del dictador, salieron todos los integrantes de su familia y nadie reivindicó de manera pública la herencia del régimen caído. Por ejemplo, a diferencia de España, todos los símbolos de la dictadura fueron barridos de inmediato”, compara Cassá.

Maltrato a los refugiados

Su madre, María Isidra, pasó décadas sin volver a España. “Sólo pude volver al final de los sesenta. Volví a Valsaín (Segovia) donde estaban los mismos árboles frondosos donde vi refugiarse a los franquistas de la aviación republicana en 1936. Llevaban un tren con presos entre los que estaba el hijo de Largo Caballero. Pidieron ayuda, pero nosotros no sabíamos que eran de los nuestros y no abrimos las puertas”, relata la hija de Bernaldo de Quirós. En su memoria permanece intacto el maltrato al que sometió el Gobierno francés a los refugiados. “Los senegaleses de la frontera nos quitaron todo. Yo iba con una cámara de fotos y me quedé con lo puesto. Pero el pueblo francés sí que nos trató bien, como el dominicano”, añade.

María Isidra se quedó en la República Dominicana, donde rehizo su vida. Miles de sus compañeros que tuvieron la suerte de conseguir un pasaje en uno de los barcos fletados por Trujillo tuvieron que huir del yugo del tirano a México. Este jueves recibieron el agradecimiento oficial de su país de acogida. El senador Iñaki Anasagasti; el secretario de Estado de Cooperación Territorial, Gaspar Zarrías, el europarlamentario Willy Meyer, y el poeta comunista Marcos
as “España no ha cambiado, sufre desmemoria histórica”
“No se podrá reparar la memoria de los exiliados, mientras los españolitos de a pie estén de acuerdo en olvidar”, advierte.
"En España, desde la época de Carlos I, cada vez que la izquierda levanta la cabeza, se la cortan"
08.07.2010 · Majo Siscar · (México) “Vienes a verme porque soy el único que queda” exclama con sorna y se ríe. Federico Álvarez Arregui me recibe en su austero despacho del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Este vasco es de los pocos exiliados republicanos que siguen vivos y en activo en México. Desde este ajustado despacho, de unos 15 metros cuadrados y que comparte con su asistente, dirige desde hace 8 años, la revista Literatura Mexicana, una publicación académica sobre filosofía y las letras en lengua castellana. Es su trinchera particular, desde donde, pese a sus 83 años, sigue aportando al acervo cultural local. Pertenece a esa generación de intelectuales españoles que perdió nuestro país a causa de la Guerra Civil y la dictadura franquista y que en cambio, con su esfuerzo, engrandecieron la cultura mexicana y siguen haciéndolo, aunque son cada vez menos, entre ellos Álvarez Arregui, quien después de la risa, prosigue su primera frase: “no es cierto, quedan algunos más pero ya estan enfermos o muy mayores, con lo cual yo me convierto en bateador emergente”, agrega haciendo un símil con el béisbol que me recuerda sus primeros años de exilio en Cuba.


Álvarez Arregui es de los pocos intelectuales exiliados que siguen en activo en México. M.S.

El hijo del fundador de Izquierda Republicana en Guipuzcoa llegó en 1940 a la Habana a reencontrarse con sus padres después de 4 años de no verlos, pues ellos se habían quedado en Madrid después de la toma de San Sebastián por el bando nacional, y ya en la derrota cruzaron la frontera a Francia donde sufrieron los campos de concentración y finalmente pudieron salir a Cuba. Cuando Álvarez desembarcó solito del Magallanes, tenía 13 años y en la mochila traía 4 años de vivir en territorio franquista, rezar cada noche el rosario con su abuela e ir a la escuela de los Marianistas. Con este equipaje la isla le sorprendió por su luminosidad, su sol, su música, su diversidad racial y su exuberancia. “Soy un exiliado particular porque mi llegada a Cuba fue de una felicidad infinita”, asevera y se le ilumina la cara recordando el colorido cubano.

Allí pasó 7 años trascendentales de su vida, hasta los 20, y asegura que “Cuba nos integró, por lo menos a mi generación pues el pueblo cubano era enteramente antifranquista, entonces nosotros los exiliados, éramos los buenos”. Con esta disposición, estudió el bachillerato e ingresó en la carrera de ingeniería. Allí militó en los movimientos estudiantiles de izquierda radical, y bebió del caldo de lo que pocos años después sería la revolución.

Sin embargo, Cuba no integró a los intelectuales exiliados en sus estructuras culturales como hizo México. En las universidades había cuotas para profesores extranjeros y muy pocos españoles tuvieron cabida. Por eso a sus 20 años, toda la família se mudó a México, donde empezó a relacionarse con la flor y nata de la intelectualidad republicana. Esas relaciones le devolvieron su españolidad pues Federico en ese momento ya se sentía un joven latinoamericano. “Cuando llegué a México no sentí ninguna estrañeza cultural, social o política y al igual que el resto de mi generación de exiliados, que no la de nuestros padres, participé totalmente en la vida política de México. Participaba en las movilizaciones de los ferroviarios, de los mineros, de los estudiantes… Eso sí, en las manifestaciones del 1 de mayo marchábamos en el contingente de la República”


Cena en casa del editor Joaquín Diez-Canedo en 1963, el de la esquina derecha es el joven Federico Álvarez. (Ricardo Salazar/ Fototeca CNL-INBA)
Y es que los exiliados mantuvieron la llama de la democracia encendida desde la distancia. Y México fue uno de sus principales bastiones. Álvarez Arregui recuerda como en 1945, se reconstituyó la II República en la Sala de Cabildos, en la sede del gobierno del Distrito Federal, la residencia de los Virreyes en el periodo colonial. “Durante 24 horas, aquel hemiciclo fue España”, espeta con un repentino brillo en los ojos y continúa, “vinieron diputados de todos lados, exiliados en París, en Argentina, y se reunieron las Cortes por primera vez desde el 39, José Giral fue electo presidente, fue el único que recogió el variopinto sentir de los exiliados”.

Los exiliados no eran una masa uniforme. Por encima de las diferencias sociales y económicas, prevalecían las diferencias políticas que existían en la República y que se acentuaron en la Guerra Civil. Sin embargo, a todos les unía el sueño republicano y la nostalgia de la patria perdida.

“El exilio es un destierro, te fuiste y perdiste la tierra, porque sabes que no puedes regresar, al menos por un tiempo largo. La mayoría de los exiliados teníamos esa sensación permanente de destierro, una desazón que nos acompañaba siempre, y que de repente, se volvía hacía dentro y sentías como angustia de no poder volver a España”, recuerda con los ojos empañados de agua. Y continúa “saber, por ejemplo, que tus abuelos se están muriendo y no puedes ir a verlos…” Es el único momento de la entrevista en que, a este enérgico hombre de 83 años, se le enturbian los ojos, porque, de carácter afable y jovial, recuerda con alegría el peregrinaje vital que le ocasionó el exilio, y de hecho reconoce que ahora ya no vuelve porque ya no quiere. “Yo soy tricéfalo, soy mexicano, cubano y vasco”, confiesa. Y se explica: “este es mi país, aquí vivo, aquí trabajo, aquí me dan premios…”.

Sin embargo hay algo dentro de él que se resiste a serlo del todo. Pese a haber vivido más de 40 años en México sigue conservando, casi intacto, el acento vasco, y mantiene sus relaciones con sus compatriotas ibéricos.

De hecho, un telefonazo interrumpe la conversación. Es Joaquin Díez Canedo, quién ha continuado la gran labor editorial que hizo su homónimo padre primero en la editorial Joaquín Moritz y en el Fondo Económico de Cultura, publicando tanto a los exiliados españoles como a los grandes escritores mexicanos, incluso antes de que se les reconociera. Le habla para comentarle que ha recibido el último manuscrito de otro exiliado, el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez. Álvarez Arregui ya conoce de su existencia.


Los intelectuales españoles han mantenido una relación muy estrecha entre ellos que aún se mantiene. M.S.
“Hemos sido como una gran família”, me cuenta. De hecho Álvarez Arregui se casó con Elena Aub, la hija de Max Aub, y uno de los testigos fue Juan Rejano, por no nombrar a todos los intelectuales que estaban invitados a la boda. Al igual que la mayoría de exiliados políticos, la pareja se involucró en la lucha antifranquista. A finales de los 50, participaron en el Movimiento Español (ME/59), con la idea de llenar el exilio de contenido ideológico y organizarse con la resistencia contra el régimen del interior del país.

Cuando ya veían acercarse la caída del dictador, conformaron, junto a otros intelectuales y líderes de izquierda, la Junta Democrática que pretendía movilizar unitariamente a la oposición antifranquista, con un programa político rupturista que abogaba por una consulta ciudadana para volver a la República. Un proyecto que se frustró con la transición, que Álvarez Arregui califica de “vergüenza”. “La transición nos permitió llenar las calles de banderas rojas, ver pornografía e ir a unas elecciones donde acabó ganando la derecha”, apostilla, y continúa: “los pactos de la Moncloa son un pacto de olvido. Se prohibió hablar del exilio y de la guerra, esa fue la tercera y última derrota de los exiliados”.

Y asegura que el exilio fue una derrota permanente, que empezó con el destierro, pero que tuvo su segundo golpe en el 1955 cuando la comunidad internacional levanta el aislamiento al gobierno franquista y lo acepta en el seno de las Naciones Unidas, y por lo tanto, desconoce el gobierno republicano que tenía sede en París y embajada en México. Sólo este último país y Yugoslavia, con Tito a la cabeza, mantendrán el apoyo al gobierno del exilio hasta la transición.

Álvarez Arregui se enerva al hablar de la transición, y aunque fue entonces cuando pudo y quiso volver al Estado español, los 10 años pasados en Madrid, entre el 1971 y el 1981, le decepcionaron. Ahora, va de visita una vez al año, a ver a sus hijos y a Congresos, pero asegura que se regresa tan pronto puede.

“No lo aguanto, cada vez que voy es un golpe, la última vez que estuve en Madrid, estaba sentado en un café y en la mesa de al lado un señor le decía a otro: -Hay que matarlos a todos, y yo digo ¿a quiénes? Antes era a los rojos y ahora es a los ecuatorianos o a los marroquíes. España no ha cambiado, sufre desmemoria histórica”, afirma y empezamos a hablar de la situación política actual.

“Este pobre (José Luís Rodríguez) Zapatero que intentó al principio hacer una política de izquierdas, al final ha tenido que hacer una política de derechas y el Partido Popular todavía está en contra, la derecho española es algo impar, como ella no hay nada. En Europa hay muchos gobiernos de derechas pero el Partido Popular representa la vieja derecha, la historia española, la eterna derrota de la izquierda.

-¿Qué diferencia ve entre el PP y la derecha europea?

La derecha europea es anti fascista. En Alemania está prohibido el partido nazi, pero en España la Falange Española se sigue presentando a las elecciones, en Francia está prohibido llevar una esvástica, en Italia colgaron de los pies a Musolini, en España Franco descansa en un sagrario. Además el poder de la iglesia y del ejército son enormes y no han tenido un saneamiento. En Francia, Alemania o Italia ha habido una desnazificación pero en España los que torturaron a Grimau o a Simón Sanchez Montero, pasean por la calle. Ahí está la diferencia con Europa”.


Álvarez Arregui regresó a España en 1971 con la intención de participar en la refundación del estado después de la caída de Franco. Tal fue su decepción que en 1982 regresó definitivamente a México. M.S.

Es inevitable preguntarle por la suspensión de Baltasar Garzón como juez de la Audiencia Nacional después que iniciase tres procesos sobre las víctimas de la Guerra Civil la dictadura.

“Lo que le ha pasado a Garzón es un ejemplo singular de lo que estoy diciendo. Un recurso de Falange Española, que debe tener un uno o dos por cien de los votos, es capaz de hundir a un juez como este. En cada pueblo hay una fosa común donde estan los abuelos de muchos de los que ahí viven, y la Justicia prohibe que se abran esas fosas, no permite que se reconozcan a los muertos y que sus familiares les den sepultura”.

Esta frustración le provoca un sentimiento agridulce versus España. Por un lado recuerda con nostalgia las playas de Donosti donde jugaba de niño, por otro se enfurece con el olvido de los españoles hacia toda la barbarie que implicó el franquismo.

“No puedo volver a soportar la bandera franquista, un rey, todo lo que representa la existencia del Valle de los Caídos, y encima ver que a millones de españoles no les importa hacerlo,… Esa falta de memoria me desespañolizó y ya solamente me queda la patria chica, Guipúzcoa”.

Hablamos de la ley de Memoria Histórica. Le parece una buena iniciativa, aunque tibia y tardía. “No se podrá reparar la memoria de los exiliados, mientras los españolitos de a pie estén de acuerdo en olvidar”, reitera. “Hay algunas iniciativas positivas, exposiciones, trabajo de recuperación histórica, pero no calan en una sociedad a la que se le cercenó la izquierda, en el exilio, en prisión o bajo tierra. En España cada vez que la izquierda levanta la cabeza, se la cortan. Ya lo hizo Carlos I con los comuneros de Castilla y desde entonces, hasta ahora sigue sucediendo. España es inasequible al desaliento”, concluye.

martes, 6 de julio de 2010

EL PAIS.COM Se encuentra documentación inédita de Niceto Alcalá Zamora

EL PAIS . COM Cosas del destino. La sublevación militar del 18 de julio de 1936 le pilló a Niceto Alcalá-Zamora camino del Polo Norte. El hombre que hasta abril de ese año ocupara la presidencia de la Segunda República, se había decidido a realizar un viejo sueño: ir al Ártico con su familia. No llegó a cumplirlo. Se quedó en París, donde le concedieron asilo político. Regresar a España le hubiera costado, probablemente, la vida, porque Alcalá-Zamora (Priego de Córdoba 1877-Buenos Aires 1949) había conseguido ser casi tan odiado por las fuerzas del Frente Popular, cuyo Gobierno le depuso nada más tomar el poder, como por los sublevados. Pero si el ex presidente y prestigioso jurista salvó la vida, no consiguió salvar los documentos que había ido acumulando para preparar sus memorias. Guardados en el banco Crédit Lyonnais de Madrid, sus papeles volaron junto al dinero y las alhajas de la familia, nada más estallar el conflicto. "Las cajas fueron saqueadas, se supone que por orden de la junta de orden público de Madrid, aunque hay una cierta nebulosa sobre ese punto", dice Julio Gil Pecharromán, profesor de Historia de la UNED y autor del libro Niceto Alcalá-Zamora. Un liberal en la encrucijada.


Un matrimonio de Valencia actúa como propietario y lleva tiempo intentando vender el material

¿Qué conservaba el político cordobés, testigo de tantas cosas como presidente de una Segunda República ahogada por la violencia pocos años después de nacer? Todo lo que se conocía de este material eran los extractos de su dietario, publicados en 1937, en Valencia, en una revista dirigida por camaradas de Santiago Carrillo. "Pero aquellos extractos fueron manipulados", dice Pecharromán. "El propio Carrillo en sus memorias lo reconoce". Este historiador cree que a Alcalá-Zamora le perdió su posición centrista en una España de extremismos furibundos. "Era una especie de Adolfo Suárez de la época, pero al contrario que en caso de Suárez su proyecto fracasó". Alcalá-Zamora se consideraba a sí mismo un representante de la tercera España. Un centrista ajeno a los excesos de izquierda y derecha. Católico a ultranza, terrateniente y liberal, uno de sus seis hijos, José, moriría defendiendo a la República, mientras otros dos, Niceto y Teresa, le emparentarían respectivamente con el general Queipo de Llano, uno de los protagonistas de la sublevación, y con el coronel de la Guardia Civil José Navarro, también del bando nacional.

Alcalá-Zamora murió en Buenos Aires, segunda y definitiva escala de su exilio, y sus papeles quedaron en el olvido. Pero en diciembre de 2008, inesperadamente, la Guardia Civil los recuperó. Un matrimonio de Valencia, Aurora Lara y Mariano Soria Giner, de los que se sabe poco, actuando como dueños efectivos, llevaba tiempo intentando vender el material. Primero, al Patronato Municipal Alcalá-Zamora, creado en Priego en 1993. "Nos llegaron por correo electrónico varios PDF con documentos. Una modificación del testamento, la factura del entierro de su suegra, y una carta de Unamuno. Nos pedían 90.000 euros". Lo cuenta Francisco Durán, director del patronato. Luego hicieron la oferta al historiador César Vidal. Vidal, en contacto con los herederos de Alcalá-Zamora, que habían intentado en vano recuperar los documentos desde finales de los años noventa, envía a un historiador amigo a la cita, Jorge Fernández-Coppel, y a la Guardia Civil, que incauta el material.

¿Quiénes son los Soria Giner? ¿Cómo llegaron hasta ellos los papeles del ex jefe del Estado? Una pareja anónima hasta ese momento. Se sabe que han tenido negocios hoteleros y que son aficionados al golf. La mujer, Aurora Lara, declaró al diario Público hace semanas que los documentos estaban en poder de su suegro desde 1941. Al morir este, en 1978, ellos los heredaron. ¿Qué relación tenía su suegro con los que saquearon las cajas de seguridad del banco Crédit Lyonnais, en el Madrid republicano? Lara declinó responder a este periódico. "Hablaremos cuando llegue el momento", declaró.

José Alcalá-Zamora y Queipo de Llano, historiador y portavoz de los seis nietos del político, cinco de los cuales viven en España, se muestra dolido con la actitud de la familia con los documentos. "Incluso querían venderlos a una editorial. Mi abuelo era un demócrata, con una ética acrisolada que vivió en el exilio de lo que ganaba escribiendo artículos". Convencida de sus derechos, la familia Alcalá-Zamora recurrió a la justicia para encontrarse con que un juzgado de Valencia dictaminaba en 2009 que el robo de estos documentos como caso jurídico ha prescrito. "Pero nos asisten razones morales", se lamenta José Alcalá-Zamora.

El examen del material por los expertos de Cultura ha concluido, pero no las negociaciones con los Soria, dueños de los papeles por usucapión [adquisición por uso]. Con el consiguiente retraso en el envío de la documentación al archivo de Salamanca donde podrá ser consultada. Aunque solo la familia Soria (y los expertos de Cultura) conoce el contenido de estos papeles, se han desatado rumores sobre su supuesto carácter explosivo. Se habla de que incluyen actas de las elecciones que ganó el Frente Popular y documentos de la sublevación de Asturias de 1934. Durán, director del Patronato Alcalá-Zamora, se queja de que se prolongue tanto la situación. "Lo ideal sería que cualquier investigador tuviera ya acceso a ese material, aunque sea a una copia", dice.

Rogelio Blanco, director general del Libro Archivos y Bibliotecas, se declara también interesado en que la situación se desbloquee "y yo pueda abandonar el incómodo papel de guardián de esta documentación". Gil Pecharromán no cree que contenga nada explosivo, pero está deseando poder consultarla. "Los dietarios pueden ser muy útiles porque ofrecerán una visión contrastada de acontecimientos importantes que vivió directamente Alcalá-Zamora. Sus memorias (publicadas en España en 1977) están escritas echando mano de los recuerdos, años después, en frío, con la experiencia del exilio, y su valor es muy inferior. Como todas las memorias, parecen más bien una justificación".