jueves, 18 de octubre de 2007

Descubrimiento de una placa en Homenaje al 75 Aniversario de la República Española





Descubrimiento de una placa en Homenaje al 75º Aniversario de la República Española


Por una presentación de los ciudadanos ANDRES SEÑORANS, MABEL OTERO E INES GARCIA HOLGADO, y gracias a la iniciativa del Diputado socialista Norberto La Porta, quien preside la Comisión de Cultura de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se descubrirá una placa en Homenaje al 75º Aniversario de la instauración de la República Española.
El acto se llevó a cabo el sábado 28 de octubre a las 11 hs. en la intersección de la Av. de Mayo y Salta, esquina donde se encuentra situado el Bar "Iberia", lugar emblemático por ser utilizado con lugar de encuentro de los exiliados republicanos en nuestra ciudad.
El texto de la placa rinde homenaje de la Legislatura "a los caídos, exiliados y represaliados en defensa de la II República Española, en su 75º aniversario (1931-2006)".
Ello significa un homenaje y reconocimiento de todos los hombres y mujeres que fueron víctimas de la Guerra Civil, o posteriormente de la represión de la dictadura franquista.
Entre los republicanos españoles que llegaron a la Argentina en calidad de exiliados -antes, durante y posteriormente a la Guerra Civil Española- se cuentan importantes personalidades de las ciencias y de las letras, entre ellos el Profesor Titular de Clínica Medica en la Universidad de Barcelona, Juan Cuatrecasas, Francisco Ayala, Claudio Sánchez Albornoz, Rafael Alberti, Rey Pastor, Niceto Alcalá Zamora, Manuel de Falla y científicos como Pío de Río Hortega o Angel Cabrera.

GUERRA EN LA AVENIDA DE MAYO





CLARIN DIGITAL DOMINGO 14 DE ABRIL DE 1996

En el Bar Iberia ubicado en Avenida de Mayo y Salta se colocó una placa en homenaje del 75 Aniversario del Advenimiento de la República .

Este artículo trata sobre el sígnificado emblemático de la Avenida de Mayo y la Guerra Civil Española. Asimismo, sobre la ayuda y compromiso de miles y miles de argentinos con la causa republicana.



Dirigente juvenil del Partido Comunista Argentino, Fany Edelman se enroló como voluntaria en la Guerra Civil. A los 82 años, esta mujer de prolijo rodete, en quien la coquetería parece una condición de la longevidad, recuerda aquel tiempo en España como su edad de esplendor, la instancia en que su vida tuvo un sentido más pleno. "La solidaridad con el Frente Popular fue enorme "recuerda Edelman". Uno de los motores de esa ayuda era el Patronato Español de Ayuda a las Víctimas de la Represión en Asturias, creado dos años antes a raíz de la represión de los mineros huelguistas. De inmediato se constituyó el Comité de Ayuda al Pueblo Español, y luego decenas de otros comités, creo que casi doscientos, desde Jujuy hasta Tierra del Fuego." Edelman recuerda que la Argentina enviaba embarques semanales de sopas concentradas, que las descendientes de españoles tejían bufandas para el ejército popular. Los niños juntaban papel plateado, que luego era vendido y convertido en donaciones. La ayuda espontánea fue tan masiva, que la Argentina se ubicó como segundo país, después de Francia, en el caudal de ayuda popular a la República. En la esfera del poder, el gobierno de facto de Agustín P. Justo procuraba disimular su simpatía por los militares sublevados, pero la prensa argentina se inclinó enérgicamente en favor de los republicanos, con el viejo diario Crítica a la cabeza. Su director, Natalio Botana, tendría una permanente militancia en favor de los republicanos a lo largo de dos décadas. Angel Nañez, que llegó a Buenos Aires en 1940, evoca las colectas promovidas en la redacción del diario, y que el propio Botana reunía el dinero que mensualmente era entregado a las familias de refugiados, hasta que encontraran trabajo. La colectividad peleaba su propia guerra a la distancia. Los españoles de Buenos Aires recuerdan que en la Avenida de Mayo funcionaba algo así como un comando de simpatizantes y detractores de la República. En las esquinas de la avenida y Salta, dos bares nucleaban a los unos y a los otros: en el Iberia, los republicanos; en el Español, los franquistas. El lenguaje era la provocación, y las escenas, propias de una taberna. Allí se esperaba la caída de la tarde y las noticias del día. Las ruedas se prolongaban hasta medianoche, y no faltaba en la semana una jornada de roces, con sillas y tazas volando por el aire. Mientras Libertad Lamarque y Fernando Ochoa daban recitales a beneficio en el Luna Park, en San Juan se realizaba una campaña de donaciones recogidas por el club de ciclistas. El mismo año de la sublevación comenzaba a editarse en Buenos Aires La Voz de España, un medio que luego se transformaría en el republicano La Nueva España, con una tirada semanal de 60.000 ejemplares. A raíz de la persecución de algunos grupos profranquistas "uno de cuyos portavoces prestigiosos era el notable narrador argentino Arturo Cancela", La Nueva España acabó alquilando una isla en el Tigre, Los Pinos, donde se cobraba 20 centavos para participar de un picnic. En una respuesta institucional al problema planteado por los argentinos que sí se sentían atrapados en un conflicto ajeno, en 1936 y 1937, partían a Alicante el crucero ARA "25 de Mayo" y el torpedero "Tucumán", para repatriar argentinos y refugiados de otras nacionalidades latinoamericanas. La República había dispuesto ese puerto valenciano como punto de evacuación de los extranjeros. En 1937 Fany y su esposo, Bernardo Edelman, partían finalmente a París. Tenían 25 años y su llegada a España fue organizada por el Socorro Popular Francés. Edelman recuerda una Madrid de pesadillas, llena de bolsas de arena, con que los habitantes se protegían de los tiroteos. Bernardo trabajaba como corresponsal para el diario La Nueva España, mientras ella trabajaba para el Socorro Solidario en Valencia. Fany también presidía la Federación Democrática Internacional de Mujeres, lo que le permitió estar en contacto con Dolores Ibarruri. Dice Edelman: "En la Pasionaria se conjugaba todo. Era muy alta y apuesta, siempre vestida de negro y tenía una oratoria conmovedora. Yo creo que su presencia definió mucho la actitud del pueblo español". Fany cuenta que "el Socorro concentraba toda la ayuda internacional, de modo que allí acudían los soldados, pero también los jefes militares y la intelectualidad más significativa de España". Fue allí que la pareja de argentinos conoció a Antonio Machado, cuyo hermano, Manuel, era franquista, y también al poeta Miguel Hernández. "La actividad era frenética en el gran salón del Socorro", "recuerda Fany, quien tuvo a su cargo la organización de la campaña de solidaridad del 37". "Ese invierno Machado llamó a los españoles a desprenderse de sus pertenencias para contribuir a la guerra.

sábado, 13 de octubre de 2007

LOS BARCOS DEL EXILIO

Los barcos del exilio

A lo largo del mes de marzo de 1939, el puerto de Alicante se convirtió en el punto de salida más importante para los republicanos que habían quedado atrapados al sur del Ebro. Allí empezó para muchos un largo exilio: más de 2.600 personas consiguieron escapar, hacinadas, en el mítico «Stanbrook».

En el trágico escenario del final de la guerra, los puertos del Mediterráneo, y especialmente Alicante, se convirtieron en el centro de gravedad hacia el que confluyeron las esperanzas de salvación de todos los republicanos, que ya vencidos, pretendían exiliarse de España para escapar de las represalias franquistas.

El gobernador civil de Alicante, Manuel Rodríguez, nombrado el día 4 de marzo de 1939, era un veterano militante socialista ilicitano, que ordenó proporcionar pasaportes y billetes de transporte a quienes fueran designados por las organizaciones políticas y sindicales, sin exclusiones; de esa forma fueron expedidos miles de pasaportes desde el Gobierno Civil y desde el Consulado de México en Alicante, firmados en este caso por el cónsul, Lorenzo Carbonell, que había sido alcalde de la ciudad en la República.

A lo largo del mes de marzo, habían conseguido salir del puerto alicantino los barcos «Winnipeg» y «Marionga», en la primera semana de marzo, con un número indeterminado de exiliados; el 12 de marzo lo hizo el «Ronwyn» con 716 pasajeros (mercante inglés con matrícula de Malta que recaló en el puerto de Tenès), el 19 de marzo el «African Trader» (carbonero inglés, arribó al puerto de Orán), con 859 personas. Los barcos pertenecían a France Navigation y la Mid. Atlantic Co., navieras con las que el gobierno de Negrín tenía firmados contratos para el abastecimiento de la zona republicana. Está también constatado, aunque es difícil de cuantificar, la partida de numerosos barcos pesqueros desde los puertos de El Campello, La Vila Joiosa, Santa Pola y Torrevieja. Después del golpe de Estado de Casado, de principios de marzo, Negrín, parte de su gobierno y altos dirigentes comunistas salieron desde el improvisado aeródromo de Monóvar.

Todo ello explicaría que al producirse la desbandada final, a partir del 27 de marzo, se produjera una caótica avalancha hacia Alicante de decenas de miles de fugitivos, muchos procedentes de Valencia, con la esperanza de encontrar barcos para el exilio. La agónica espera de esos barcos, desde 28 al 31 de marzo, es el epílogo, el acto final de la cruenta guerra fratricida y un episodio imborrable para la memoria histórica valenciana.

La realidad es que el 28 de marzo de 1939 sólo había dos barcos atracados en el puerto de Alicante, el «Stanbrook» y el «Marítime». Mientras que en el primero embarcaron todos aquellos a los que el barco pudo admitir, más allá incluso de lo razonable, en el «Marítime», que zarpó después, pasada la media noche del 28 de marzo, sólo embarcaron 32 personalidades republicanas de la zona, dejando ya en los muelles del puerto a una multitud desesperada, atrapados en la ratonera del puerto alicantino. Todavía hoy debemos preguntarnos qué impidió que otros cientos de compatriotas pudieran exiliarse en el «Marítime». Lo cierto es que tras la ocupación militar de Alicante, por el cuerpo expedicionario italiano, los refugiados serían hechos prisioneros, comenzando un terrible calvario de campos de concentración, cárceles y el otro exilio, el interior.

El «Stanbrook» sí lo hizo y por ello es una referencia mítica del exilio español. Se merece que le dediquemos unas palabras. Se trataba de un pequeño barco carbonero, de 1.383 toneladas, construido en 1909 y remozado en 1937. Parece ser que su verdadero propietario era la Cía. France Navigation, creada por la República con el oro enviado a Moscú y el apoyo logístico del Partido Comunista francés. Por motivos de seguridad el barco viajó con distintas banderas en tareas de abastecimiento de la zona republicana. El barco fue fletado por la Federación Provincial Socialista de Alicante para organizar la evacuación final, encargándose Rodolfo Llopis (que se encontraba ya fuera de España) de todas las gestiones para la organización y financiación del viaje.

Cuando a las 23 horas del día 28 de marzo el capitán del «Stanbrook» ordena levantar las amarras, con rumbo desconocido para la mayoría de los pasajeros, «el barco iba lleno hasta el palo mayor. En todos los lugares había alguien; en las bodegas, en el puente y sobre el techo de las cocinas y las máquinas; la línea de flotación estaba sumergida y se empezaba a levantar el ancla. Seguían llegando por miles los desesperados que no cesaban de gritar o llorar...» (Testimonio del dirigente socialista Cruz Merino).

Con 2.638 pasajeros a bordo inició el «Stanbrook» una singladura con rumbo a Orán, navegando Ðcomo dice el testimonioÐ en zig-zag por encima de la línea de flotación. De ellos, 2.240 eran hombres y 398, mujeres; 147 eran niños, de los cuales 15 no habían cumplido el primer año de edad, y de entre éstos, algunos eran recién nacidos.

El barco arribó al puerto de Orán el día 30 de marzo, anclando a la entrada del puerto sin atracar en los muelles, hasta el 6 de abril, día que amarró en el muelle Ravín Blanc (Barranquillo blanco), pero aislado del resto por alambradas y soldados senegaleses. Las autoridades franceses no autorizaron el desembarco de los refugiados de la hora final (en su mayoría a los puertos de la Argelia francesa y especialmente a Orán), añadiendo en el caso del «Stanbrook», una enorme cota de dramatismo, debido al hacinamiento y las imposibles condiciones de vida de estos miles de expatriados dentro del buque. Si bien en los primeros días fueron desembarcados mujeres, niños, enfermos y ancianos, por increíble que parezca, estos miles de expatriados tuvieron que sobrevivir (en gran parte debido a la solidaridad de los españoles de Orán y de las organizaciones humanitarias internacionales) sobre los muelles del Orán durante treinta días más, una penosa cuarentena, hasta que por fin se autorizó el desembarco. Y después vendrían los largos días de un todavía más largo exilio.

¿Qué fue del destino del «Stanbrook»? Siguió después prestando servicio en la marina mercante hasta que el 3 de diciembre de 1939 se hundió al chocar contra una mina o alcanzado por un torpedo alemán a la entrada del puerto de Amberes. A pesar de la amarga singladura, de Alicante a Orán, uno de aquellos exiliados escribió más tarde que en los campos de concentración de Argelia se le rindió un minuto de silencio. «Aquel navío se lo merecía».



=====================================================================================

«Fue la noche más larga de mi vida»

L a alteana Ventura Martí Pérez fue una de las últimas personas que zarparon desde Alicante el 28 de marzo de 1939 hacia el exilio a bordo del barco inglés «Stanbrook» huyendo de las tropas de Franco, cuando faltaban tres días para que se diera por finalizada la Guerra Civil. Ventura, de 89 años, recuerda con absoluta lucidez aquellos días trágicos de su existencia «porque teníamos miedo a morir». La subida al barco y la travesía «hacia un lugar desconocido entonces para nosotros», añade, «fue una auténtica odisea» porque «el barco iba escorado por el exceso de peso, estábamos todos apiñados, apenas teníamos comida, y existía el miedo a ser hundidos por los submarinos alemanes o por los aviones que nos sobrevolaban». En aquellos días, la joven y atemorizada alteana de 26 años, con un hijo creciendo en su vientre, y con una pequeña lesión en el corazón, que todavía le perdura en la actualidad, sacó «fuerzas de donde no las tenía» para salir de España «donde ya habíamos perdido nuestras libertades» y buscar un país libre «en el que mi hijo pudiera vivir sin mordazas». En esta aventura se embarcó, aunque pasados dos años retornaba a su hogar «porque mis padres me tranquilizaron por carta, además de que necesitaba sus cuidados al contraer unas fiebres tifoideas».

Para Ventura Martí, el recuerdo del «Stanbrook» estará siempre en lo más profundo de su corazón, pues, aunque sólo estuvo un día a bordo, «con la noche más larga de mi vida» -apostilla- «fue muy importante para mí». Con emoción apenas reprimida, Ventura cuenta que el pasado mes de octubre, cuando recibió en casa el periódico «El Socialista», sus vivencias de 63 años atrás «rebrotaron muy vivos cuando vi el reportaje que se publicaba sobre la exposición ÔExilio´ que ha organizado la Fundación Pablo Iglesias en el Palacio de Cristal del madrileño Parque del Retiro, con la colaboración del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía». En ese reportaje aparece una foto del «Stanbrook» lleno de gente antes de zarpar desde Alicante, y Ventura señala con el índice sobre una imagen de mayores dimensiones «que me hice nada mas verla en el periódico para tenerla en un lugar preferente de mi casa» la zona en la que se encontraba, a estribor y cerca de la proa.

De sus recuerdos, Ventura Martí nos dice que el mismo 29 de marzo de 1939, siendo todavía secretaria de la sección femenina de la CNT en Altea «a la que me afilié para ayudar a los más necesitados, porque había muchas familias que pasaban hambre», subió por la mañana junto a otro matrimonio del pueblo a la caja descubierta de un camión que pasaba por los pueblos de la costa para llevarlos al barco, marchándose «con lo puesto, mas una muda, y unas pocas monedas de oro que me dio mi tía Ventura, además de una toquilla que me echó ella cuando ya estaba el vehículo en marcha... Ôpara arropar a tu hijo´, me dijo». Llegó a Alicante con el tiempo justo de subir al barco «con apretones y empujones», y cuando zarpó «me entró una gran pena de ver que el puerto seguía abarrotado de gente que no había podido entrar en el barco». Según relata, el barco tomó rumbo hacia Valencia «para despistar al enemigo, nos dijeron», pero cuando llegaron frente a la costa de Altea «con el sol poniéndose por Puig Campana mientras sus rojizos rayos iluminaban a mi pueblo y nuestras esperanzas» cambió de rumbo hacia alta mar. Cuando divisaron al día siguiente las costas africanas, supieron que desembarcarían en Orán, «pero antes no nos habían dicho nada, y yo estaba dispuesta a irme a América si hacía falta», señala al tiempo que recuerda con cariño «el gran recibimiento que nos hicieron los franceses de Argelia».

En Orán trasladaron a los exiliados a una antigua cárcel con funciones de albergue, y a los tres días fueron repartidos por varias casas de la ciudad. Ventura fue ingresada en un hospital, con un corazón débil y soportando el peso del crecimiento de su hijo en el vientre. Después encontraría trabajo limpiando casas y ventanas, pero, según cuenta «tras nacer mi hijo volví a ser ingresada aquejada de una grave cistitis».

Durante su estancia en Orán, tanto ella como el resto de españoles se informaban sobre los acontecimientos que pasaban en España a través de la radio, y ella, particularmente cuando estaba hospitalizada, por lo que le decía una de sus enfermeras. El tiempo pasó, y a los dos años de su huida volvió a Altea «con unas altas fiebres tifoideas», señala, y con un periplo que le llevó desde Orán a Melilla por carretera, de aquí a Málaga por barco, y de ahí a Alicante en tren, hasta volver a Altea en un taxi fletado por sus seis hermanos, «y con sólo dos reales de las monedas de oro que me dio mi tía dos años antes». La llegada a Altea la hizo «con cierto temor a represalias y a que me metieran en la cárcel», pero «todos se portaron muy bien, y en especial el alcalde de entonces, Joan Batiste Orozco, al que conocía desde pequeño». Cuando se curó del tifus, estudió el Bachillerato y posteriormente se hizo comadrona, alentada por la comadrona de Altea después de que la ayudara en el parto de una cuñada de su hermana. Nos cuenta que esta profesión «me ha dado muchas satisfacciones», y muestra su orgullo de haber ayudado a nacer a miles de alteanos, además de que se siente satisfecha «de que a mis 89 años todavía la gente me recuerde y me pare en la calle para saludarme y darme un beso». - j. martinez

====================================================================================

«Pasamos dos días en la cubierta del "Stanbrook"»


La ilicitana Helia González tenía cuatro años cuando, junto a su hermana Alicia, de dos años, su padre, Nazario González, el que fuera presidente de Acción Republicana Democrática Española (ARDE), y su madre, Isabel Beltrán, partía el 28 de marzo de 1939 desde el puerto de Alicante en el «Stambrook», el último buque de exiliados republicanos con destino a Orán (Argelia). «Aquello es algo que no se te olvida. Salimos en un barco de carga que llevaba 2.638 pasajeros. Estaba tan abarrotado que mi madre, mi hermana y yo tuvimos que entrar por una ventanilla», comenta.

Para el viaje la madre de Helia sólo llevaba un pequeño maletín con ropa interior y unos cubiertos de alpaca bañados en plata «por si acaso». Ese «por si acaso» al que aludía su madre era por si en una situación de extrema necesidad había que vender los cubiertos para obtener dinero. «El viaje lo tuvimos que hacer subidos encima de un baúl en la cubierta. Yo intenté ir a orinar y no pude llegar a ningún aseo. Hasta el segundo día por la mañana no nos desembarcaron, pero lo hicieron sólo a las mujeres y los niños. Así que nos separaron de mi padre, ya que a nosotras nos llevaron a una especie de colonia de vacaciones», explica.

Nazario González estuvo «desaparecido» varios días hasta que pudo reencontrarse con fu familia. Todos se asentaron finalmente en la ciudad de Sidi-Bel Abbès, donde nació otro miembro de la familia, Antonio. Tras diez años en Argelia, conviviendo en una casa de un primo de la madre, la familia volvió a Elche el 23 de julio de 1949. «Lo pasamos muy mal porque la gente no entendía que hubiéramos tenido que salir de España sin haber hecho nada malo. Mi recuerdo es el de una vivienda pequeña, muchas incomodidades, sin luz, muchas veces sin agua y algunos días de Reyes Magos sin ningún juguete. Pero nunca he sentido la verdadera pobreza porque mis padres no me lo hicieron sentir».

N.J. Martínez Leal

EMIGRACION INMIGRACION MOTIVOS POLITICOS SOCIALES RACIALES

JUAN DIEGO GARCIA. ARGENPRESS. 28/6/2006

Con independencia de sus formas concretas el cuadro de los inmigrantes es siempre muy similar: equipaje en el que transportan lo indispensable o lo que pudieron salvar del naufragio de sus vidas, papeles con los que esperan abrir las puertas de algún refugio tras convencer a los guardianes de las fronteras, miedo en el cuerpo y mucho pesar en el alma. Nadie deja su lugar y sus seres queridos por el simple prurito de la aventura. Siempre hay razones de fondo que limitan en extremo o eliminan su libre decisión. El emigrante carece realmente de libertad; no escoge su condición, se la impone su propia tierra, y en este mundo de radical globalización de las relaciones no es difícil encontrar que oscuros y anónimos intereses lejanos han echado la suerte por ella o él. El emigrante es un juguete de fuerzas que le sobrepasan y de las que muchas veces ni siquiera es conciente.

En las modernas migraciones hay básicamente dos grupos de personas.

Uno, probablemente el más numeroso, es el de la migración económica y está conformado por quienes abandonan su país y buscan en otro la simple la supervivencia que su tierra les niega.

Otro, la migración por razones políticas, religiosas, étnicas o de creencia, las que a su vez casi siempre remiten a conflictos económicos y luchas sociales enmascaradas en el rasgo físico, la opinión, la costumbre o sencillamente el lugar de residencia.

El debate sobre el origen y manejo de las migraciones es amplio y excede sin duda las posibilidades de un artículo de prensa. Pero dos ejemplos pueden servir para mejorar la comprensión del fenómeno. Dos ejemplos que no explican toda la complejidad del problema, pero ilustran.

Primer caso: una empresa multinacional compra a precio de ganga en un país del llamado Tercer Mundo una empresa de servicios públicos -por ejemplo, de telecomunicaciones-. Aquello que antes era un servicio prestado por el estado, mediante el sistema de privatizaciones es otorgado a la multinacional, previo acuerdo entre los gerentes de uno y otro lado, la participación indirecta del ministro del ramo (cuando no del mismo presidente del país) y los nunca faltantes intermediarios que actúan en todo el proceso y cobran jugosas comisiones.

La empresa es vendida por un precio ridículo. La multinacional en cuestión inicia entonces un proceso de modernización y saneamiento (muchas veces ni siquiera aporta tecnología alguna) que consiste por lo común en reducciones drásticas de plantilla. Los resultados son conocidos: un par de cientos o de miles de trabajadores van al desempleo al mismo tiempo que las acciones de la multinacional mejoran notoriamente su cotización en bolsa, para regocijo de los accionistas. Los funcionarios corruptos, previendo posibles problemas (¡nunca se sabe si aparece de repente algún presidente “populista” a pedir cuentas!) se trasladan a Miami en donde compran casa y nacionalidad, abren una abultada cuenta corriente, se convierten en “destacados miembros de su comunidad” y se dedican a vivir de las rentas.

Los trabajadores despedidos tienen varias opciones, pero la mayoría de ellos no encontrará trabajo en su especialidad. De telecomunicaciones solo hay una o muy pocas empresas en su país y todas tienden a “modernizarse”. Toma entonces sus ahorros o las indemnizaciones que le corresponden y viene a Europa o va a los Estados Unidos con todas sus esperanzas puestas en un puesto de trabajo de acuerdo a su formación y experiencia. En su condición de legal o ilegal (condición esta última que afecta al menos a la mitad cuando no a la mayoría) solo consigue trabajos menores y mal pagados. Si no estuviese en condición de ilegalidad (“sin papeles”) probablemente podría conseguir algo mejor, pero eso en todo caso después de varios años de padecer como extranjero con pocos o ningún derecho real. A lo mejor, sus hijos -la segunda generación- pueden aspirar a la ciudadanía. Algo que tampoco es seguro.

Inmigración, en estas condiciones es sinónimo de la explotación inicua de la fuerza de trabajo. Los gobiernos alegan que elaborar una política de inmigraciones para evitar abusos es “muy complicado”. Lo que si no resulta nada complicado es comprender que mantener a tantos millones de personas en la ilegalidad es un magnífico negocio para quienes pueden hacer uso de esa fuerza de trabajo sin derechos, abaratando de paso los salarios locales. Inclusive los países que han afrontado los problemas migratorios desde siempre -los Estados Unidos, por ejemplo- tienen sospechosamente grandes dificultades para encontrar la fórmula que impida la sobreexplotación de una parte considerable de los inmigrantes. ¿Sería rentable por ejemplo la producción de frutas en Estados Unidos si los recolectores no fuesen “espaldas mojadas” sin derechos y ganando menos de la mitad que los gringos?. Una pregunta muy pertinente que se puede extender a muchos otros sectores económicos y a los mismos países europeos.

El círculo se cierra. Una dama que tiene sus acciones en la multinacional ve como crecen sus beneficios y da gracias a los cielos porque hay ministros de economía y relaciones exteriores que propician inversiones tan fabulosas. Al mismo tiempo, tiene a una inmigrante como empleada del hogar que hace todo el oficio de la casa las 24 horas del día (¡Eso sí, tiene un pequeño descanso los fines de semana!) por un salario por el cual ninguna persona nativa trabajaría jamás y siempre bajo la amenaza de no molestar porque puede ser expulsada (está ilegal en el país). Además, conversa muy bien, tiene un castellano precioso y hasta ayuda a los niños con sus deberes. Eso sí, se molesta cuando se hacen comentarios racistas, se deprime mucho acordándose de su país y a veces, como de pasada, menciona su título en ingeniería de sistemas.

El otro ejemplo: los demandantes de asilo, los refugiados políticos. ¡Estos si que resultan incómodos! Sobre todo cuando vienen de países con los cuales el país receptor tiene magníficas relaciones comerciales y diplomáticas. España y Colombia, por ejemplo.

Según las últimas informaciones de las Naciones Unidas hay casi sesenta mil refugiados políticos de Colombia en Europa, en otros lugares de Latinoamérica y en los mismos Estados Unidos. Naturalmente, no son derechistas. Son liberales, comunistas y personas de izquierda que por sus ideales se convierten en el objetivo preferido de esos paramilitares que siguen asolando al país. Pero Colombia es oficialmente una democracia, muy amiga de España y aliada firme en “la lucha contra el terrorismo”, una condición ésta última que sirve para allanar cualquier reticencia y justificar la venta de armas a un país que está en guerra y en el cual se violan los derechos humanos de forma sistemática (¿Qué pasó con la legislación europea que veta tales transacciones?). Colombia es además -un “además” definitivo, como puede colegirse- el destino de enormes inversiones de las multinacionales españolas, así que el tratamiento de las peticiones de asilo debe calibrarse adecuadamente, no sea que por una mal interpretada idea de solidaridad los “intereses nacionales” se vean afectados negativamente.

No sorprende entonces que se aprueben cantidades tan ridículas de petición de asilo y que del aeropuerto de Barajas se devuelva a Colombia a muchas personas que vienen huyendo de una muerte segura. La prensa de Madrid informaba esta semana que “más de la cuarta parte de los solicitantes de asilo afirman que proceden de Colombia” (El País, 21 de junio/06). Seguramente no solo lo afirman; vienen de esa democracia modelo consagrada al sagrado Corazón de Jesús, en la cual la cacería de izquierdistas se practica con entusiasmo.

Pero dejemos que hable una afectada. El mismo diario matritense transcribía la siguiente nota enviada a las autoridades españolas:

“Mi nombres es L.Z., soy esposa de A.T., quien estuvo hace unos meses solicitando asilo en el aeropuerto de Madrid. La presente es para notificarle que, si aún está en proceso la solicitud de asilo, ya no es necesario ya que a mi esposo desgraciadamente lo mataron. Ustedes pensaron que esto era un juego y ahora me quedé sola y odiando a los españoles por no darnos el apoyo que solicitábamos y sí le dan la entrada a narcotraficantes y alcaldes corruptos. Pero, en fin, esta sociedad de hoy en día solo está disponible al dios de la Tierra: el dinero. Gracias por nada”.

Ojalá los 1655 colombianos y colombianas que cursaron petición de asilo en 2005, y los otros muchos que lo hicieron éste y años anteriores no corran la misma suerte, aunque los negocios de las multinacionales españolas en Colombia se inquieten y las autoridades de Bogotá emitan alguna nota de enfado diplomático.

Debe ser muy duro para la mencionada propietaria de acciones saber que sus beneficios salen en parte de la miseria de otros. Mucho más duro enterarse de que una denegación de asilo, devolviendo a la persona a su lugar de origen significó hacerse cómplice de su asesinato. Alguien víctima de persecución y en peligro de muerte vino hasta Barajas en busca de una mano solidaria y se la negaron.

Nadie en Colombia le cerró las puertas a los miles de perseguidos de la dictadura franquista. En este país encontraron apoyo y comprensión. Qué diría de la política de asilo del actual gobierno español don José Prat, último secretario del Parlamento de la Segunda República, refugiado en Colombia, que le acogió como a un hijo y por tal lo tuvo hasta que anciano ya, regresó a su patria y al Parlamento de donde las fuerzas oscuras del fascismo lo habían expulsado violentamente. Sentiría la vergüenza que a muchos parece faltarles.

Descubrimiento de una placa en Homenaje al 75 Aniversario de la República Española




Descubrimiento de una placa en Homenaje al 75º Aniversario de la República Española


Por una presentación de los ciudadanos ANDRES SEÑORANS, MABEL OTERO E INES GARCIA HOLGADO, y gracias a la iniciativa del Diputado socialista Norberto La Porta, quien preside la Comisión de Cultura de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se descubrirá una placa en Homenaje al 75º Aniversario de la instauración de la República Española.
El acto se llevó a cabo el sábado 28 de octubre del 2006 a las 11 hs. en la intersección de la Av. de Mayo y Salta, esquina donde se encuentra situado el Bar "Iberia", lugar emblemático por ser utilizado con lugar de encuentro de los exiliados republicanos en nuestra ciudad.
El texto de la placa rinde homenaje de la Legislatura "a los caídos, exiliados y represaliados en defensa de la II República Española, en su 75º aniversario (1931-2006)".
Ello significa un homenaje y reconocimiento de todos los hombres y mujeres que fueron víctimas de la Guerra Civil, o posteriormente de la represión de la dictadura franquista.
Entre los republicanos españoles que llegaron a la Argentina en calidad de exiliados -antes, durante y posteriormente a la Guerra Civil Española- se cuentan importantes personalidades de las ciencias y de las letras, entre ellos el Profesor Titular de Clínica Medica en la Universidad de Barcelona, Juan Cuatrecasas, Francisco Ayala, Claudio Sánchez Albornoz, Rafael Alberti, Rey Pastor, Niceto Alcalá Zamora, Manuel de Falla y científicos como Pío de Río Hortega o Angel Cabrera. 21/10/06

GUERRA CIVIL ESPAÑOLA Y EXILIO

Los caminos y laberintos de la integración: los refugiados españoles de la Guerra Civil

Por Sonia Legarralde, Silvia Visconti y Alvaro Martínez

Las dos Españas.

En febrero de 1936, la República Española no cumplía aún cinco años de vida. En reñidísimas elecciones legislativas triunfa el Frente Popular y las preexistentes tensiones se acentúan. A los problemas estructurales de España, se le fueron superponiendo los coyunturales, que sin resolverse, llevaron al enfrentamiento político y social. Se desencadenó la guerra civil evidenciando dos modelos contradictorios de país: republicanos y nacionales. Las dos Españas a las que hacía referencia el poeta Antonio Machado.

La Guerra Civil es desde el presente calificada como "la mayor tragedia de la historia de España", "el mayor desastre nacional", "la mayor locura, bárbara y trágica locura" que los españoles cometieron en su historia. Pero, en su momento, se convirtió en la expresión suprema de un enfrentamiento ideológico que trasvasó las fronteras de ese país periférico de Europa.

Las tensiones que se manifestaron en la península con excepcional fuerza y dinamismo tenían, en aquél momento su correlato en las tensiones exteriores que recorrían el mundo. El fascismo y el nazismo eran dueños absolutos del poder en Italia y Alemania. La Sociedad de Naciones se mostraba inoperante para resolver las agresiones y mientras la URSS se integraba a ella, la Alemania nazi la abandonaba.

España, un país subdesarrollado de Europa, cuya historia parecía moverse al margen del rumbo del continente, aislada hasta de las guerras europeas desde la época de Napoleón, un país en definitiva peculiar , se convertiría en el símbolo de una lucha que marcó los años treinta.

El conflicto, al desatarse, movilizó instantáneamente las simpatías de las izquierdas y las derechas y rompió los límites europeos. Encarnó la lucha entre dos cuestiones sustanciales, la democracia y la revolución social por un lado; el totalitarismo y la contrarrevolución por otro. España fue el escenario privilegiado donde se vieron y se anticiparon los sucesos y las luchas que habrían de vivir otros pueblos poco después durante la Segunda Guerra Mundial.

En 1931 una "revolución pacífica" había reemplazado del poder a los Borbones, pero quienes lo ocuparon no pudieron o no supieron contener ni la agitación social producto de la pobreza a que estaban sometidos vastos sectores de la población, ni tampoco llevar a cabo un plan de reformas profundas y efectivas que la desactivaran al ir eliminando las causas.

En el verano de 1933, el gobierno de Azaña dimitió. Las elecciones se celebraron en noviembre y mostraron un giro a la derecha. Los partidos republicanos de izquierda y los socialistas perdieron gran parte de sus escaños. La sustitución en el poder del gobierno progresista por gobernantes conservadores dio como resultado la revocación, suspensión o ignorancia de las leyes y decretos innovadores introducidos en el período anterior. Las órdenes religiosas fueron autorizadas a continuar como antes de 1931, volviendo a sus manos las propiedades incautadas, se suspendió la secularización de las escuelas, el Estado reasumió parte del pago de las retribuciones del clero, los salarios obreros y de trabajadores rurales se redujeron, los terratenientes elevaron sus rentas y los industriales aprovecharon al máximo el nuevo curso de los acontecimientos para obtener mayores ganancias. Agitaciones e insurrecciones locales se produjeron a diario, más de 1.000 huelgas afectaron a 840.000 trabajadores en 1933. En diciembre estalló la revuelta de Aragón; en marzo del 34, Zaragoza participó de una huelga general de cuatro semanas. En junio fueron las huelgas del campo en el sur donde por primera vez se unían la UGT (socialista) y la CNT (anarquista). A los levantamientos fracasados en Barcelona y Madrid debe sumársele el de Asturias, zona de mineros y obreros metalúrgicos, con sindicatos bien organizados, que mantuvo el control de su región durante dos semanas en manos de comités de trabajadores. Los generales Franco y Goded aplastaron la rebelión. Las cifras de muertos que se consideran oscilan entre 1.000 y 5.000 y los encarcelamientos alcanzaron a 40.000. La fuerte represión contribuyó a aumentar la presión revolucionaria generando un movimiento hacia la unidad. Fue en esa etapa cuando la izquierda española descubrió la fórmula del Frente Popular de la Comintern.

La idea de que todos los partidos y sectores constituyeran un frente electoral único contra la derecha fue ganando espacios. Incluso, los anarquistas, que tenían en España un fuerte arraigo entre las masas, abandonaron en esta etapa su tradicional oposición a la participación electoral e incluso instaron a sus seguidores a practicar por una vez "el vicio burgués" del voto. Aquel verano del 36, nítido en la memoria de muchísimos españoles, el Frente Popular triunfó en las elecciones.

Las alarmadas derechas españolas, que se habían sorprendido con los resultados de 1931, habían sabido reaccionar rápidamente. En sus Memorias de la Conspiración, Antonio Legarza Iribarren afirma que: "Desde los primeros comienzos de la República, allá en el año 31, se empezaron los primeros trabajos. (...) No estábamos solos en la lucha contra la República. Mussolini nos apoyaba, salieron de Navarra varias expediciones de jóvenes que marchaban a Italia a instruirse en el manejo de ametralladoras, fusiles ametralladoras y bombas de mano" En otro pasaje agrega que "este mes de junio de 1936, la organización de los Requetés navarros estaba ultimada" El pronunciamiento militar sería la carta jugada por la derecha española. Los generales planearon el golpe, necesitaban apoyo económico y lo negociaron con Italia. El golpe de estado, sin embargo, tuvo que abrirse paso, en medio de una sociedad movilizada. Triunfó en algunas ciudades pero encontró una encarnizada resistencia en otras. Iniciado el levantamiento el 17 de julio en Marruecos y el 18 en territorio español, el gobierno realizó desesperados intentos para evitar la guerra civil. Esta actitud lo llevó incluso a negarse a entregar armas a las organizaciones obreras que las reclamaban para defender la legalidad. El 19 de julio después de la asunción de José Giral, tras la sucesiva dimisión de Casares Quiroga y Martínez Barrio, las armas fueron entregadas.

La guerra se generalizó, una larga guerra civil entre el gobierno legítimo de la República ampliado por el apoyo de socialistas, comunistas y anarquistas y las fuerzas rebeldes. La contienda supo de múltiples contradicciones en el seno de los republicanos, una difícil coexistencia entre sectores con diversas aspiraciones donde se precipitó en algunas regiones la revolución social que los rebeldes habían pretendido evitar y que los republicanos incentivaron o intentaron aplacar según sus convicciones.

Los generales insurgentes por su parte aglutinaron a la Iglesia, los monárquicos y los sectores de la derecha más variada presentándose como "cruzados nacionales en lucha contra el comunismo ateo".

En definitiva triunfó una España: la de la bandera roja y gualda. Se estableció el General Franco como jefe de Gobierno y del Estado durante 36 años. El resultado de la guerra no fue un buen presagio para quienes veían los avances del fascismo y confiaban en derrotarlo o detenerlo. El conflicto se saldó con varios centenares de miles de muertos, heridos y presos, y un importante contingente humano que se vio obligado a exiliarse, a buscar refugio en otros países, en cualquier país que estuviese dispuesto a recibirlos.

En busca de un refugio.

Se evalúa en algo más de 100.000 los españoles, en principio pro nacionales, aunque frecuentemente sin preferencia definida, que salieron voluntariamente para el exterior, las más de las veces por un breve tiempo, procedentes de la zona republicana. Pero es claro, que el exilio se vivió en forma de salida obligada y por más tiempo, por parte de republicanos frente al avance y triunfo del nacionalismo.

Entre el 28 de enero y el 10 de febrero de 1939, casi medio millón de personas pasaron a Francia, siendo casi todos españoles, ya que los restos de las brigadas internacionales que se les unieron fueron un número insignificante, apenas unos 6.000.

Por supuesto que no debemos olvidar que Rusia acogió a 2.000 comunistas españoles, así como durante la guerra fue el refugio de 5.000 niños. Como tampoco, que hubo oleadas menores que se refugiaron en Portugal. Pero Francia fue el primer país de exilio y la única salida para los combatientes republicanos o civiles que se retiraban en el angustioso fin de la campaña de Cataluña. El éxodo hacia ese país, que no abrió sus fronteras totalmente, fue muy importante en esta etapa, aunque no fue el único, ya que en cuatro momentos durante la contienda se produjeron masivas expatriaciones forzosas de republicanos motivadas por las operaciones militares.

La primera oleada la produjo la campaña de Guipuzcoa en las últimas semanas del verano de 1936, donde 15.000 españoles, casi todos no combatientes, pasaron a Francia. De junio a octubre de 1937, con el desarrollo de la guerra en el norte, se observaron constantemente grupos de españoles que se dirigían a ese país, primero desde Vizcaya, y más tarde desde Santander y Asturias. Se cree que en esta oportunidad el número alcanzó a 150.000 personas, en su mayor parte civiles. En la primavera de 1938, se dio la tercera oleada, unas 2.500 personas que pasaron a tierra francesa (las dos terceras partes eran combatientes del décimo Cuerpo del Ejército Republicano).

De estas tres oleadas, no todos se quedaron al otro lado de los Pirineos. Por un lado, porque deseaban volver -casi siempre a la España Republicana- y por otro, porque las autoridades francesas estimularon su repatriación. Por eso, la mayoría regresó y sólo algunos, unos 45.000, permanecieron en territorio galo.

La última oleada de unas 10.000 personas, tuvo lugar en las semanas finales de la guerra. En esta oportunidad, los embarques de última hora se dirigieron hacia puertos argelinos, de ellos muy pocos regresaron a España.

A muchos refugiados civiles el recibimiento en Francia no les dejó un buen recuerdo, y a otros combatientes de la República, hasta hacía poco respetados y festejados defensores de la libertad y la democracia, les tocó transformarse en derrotados, prisioneros o extranjeros indeseables. Guardan en su memoria los campos de concentración franceses, aspecto que no vivieron los altos dirigentes de la administración republicana, para quienes la acogida fue distinta.

Para los cientos de miles que estaban en Francia, las opciones eran o regresar a España o reemigrar a terceros países. Aunque volver era difícil, las dos terceras partes, unos 360.000, lo hicieron a los nueve meses de terminada la guerra.

Para el resto, unos 170 o 180.000, la segunda opción fue obligatoria si deseaban abandonar los campos de concentración y la incómoda y arriesgada situación en Francia con la iniciación de la Segunda Guerra Mundial. Pero no era fácil: se necesitaba resolver el problema de la acogida en otro lugar.

Inglaterra y Estados Unidos tenían cerradas sus puertas. La propia URSS sólo admitió un contingente limitado de refugiados. El recibimiento principal lo encontraron en México, que se convirtió en el país de segundo asilo que albergó el mayor número de emigrados de la Guerra Civil.

En 1939 fueron más de 7.000 los españoles recibidos por el gobierno del Presidente Cárdenas, pero finalmente llegaron más de 20.000. También fueron a Chile (más de 2.000 en la famosa expedición del "Winnipeg") o a República Dominicana (unos 3.000 entre fines de 1939 y principios del 40) . No obstante, la mayoría quedaron en Francia y muchos se enrolaron en la Legión Extranjera Francesa cuando comenzó la Guerra Mundial.

Entre 1954 y 1976 regresaron a España entre 30 y 40.000 exiliados al amparo de una cada vez más flexible política de repatriaciones. Sólo un sector minoritario permaneció políticamente activo y volvió con la restauración de la democracia. Pero de todas formas, se considera que el exilio que provocó la Guerra Civil fue el mayor numéricamente que España produjo en su historia por causas políticas.

Tuvo, además, una duración muy considerable ya que el decreto de prescripción de delitos se sancionó recién en 1969, por lo que hasta ese momento no había para los españoles exiliados un retorno seguro.