martes, 16 de diciembre de 2008

Amalia Solorzano de Cárdenas, mamá grande del exilio español en México

Amalia Solorzano de Cardenas, mamá grande del exilio español en México
Joaquim Ibarz | México D.F. (Corresponsal) | 13/12/2008 | Actualizada a las 19:25h

Internacional Testigo y protagonista de un siglo en la historia moderna de México, doña Amalia Solórzano, viuda del presidente Lázaro Cárdenas del Río, falleció a los 97 años en su casa de Ciudad de México. Amalia Solórzano fue una figura fundamental en la vida nacional, no sólo como compañera de un gran presidente, sino por el apoyo que brindó a los más marginados del país y al exilio español. Su muerte entristece a México, enluta a todos los grupos sociales, académicos e intelectuales. Donde más se siente la pérdida es en la comunidad de descendientes del exilio republicano español. Doña Amalia, como todos la llamaban en el país, fue como una madre generosa para cientos de niños españoles que encontraron refugio en este país durante la guerra civil. Por ello siempre fue la mujer más querida del exilio español.

Fotografía de archivo de la viuda del ex presidente mexicano Lázaro Cárdenas (1934-1940) Amalia Solórzano, a su llegada a un homenaje que el Ayuntamiento de Madrid tributó a su esposo / EFE

Como esposa, madre y abuela de destacados dirigentes, doña Amalia personificó la crónica nacional de buena parte de la política mexicana del siglo XX. El historiador Lorenzo Meyer señala que fue la depositaria del legado y de los ideales del general Cárdenas. "Doña Amalia se convirtió en guardiana de la herencia de su esposo. Se identificó con ese auténtico nacionalismo revolucionario; el término se ha desgastado y pervertido pero ella hizo su mejor esfuerzo para mantenerlo, sobre todo tras la muerte del general. No fue radical pero nunca dejó de ser fiel representante de lo mejor del cardenismo", comentó el investigador del Colegio de México.

Amalia Solórzano, madre de Cuauhtémoc Cárdenas, gobernador de Michoacán, fundador del Partido de la Revolución Democrática y tres veces candidato a la presidencia de la República (1988, 1994 y 2000), nació en Tacámbaro, Michoacán en 1911.

Su historia de amor comenzó cuando el general andaba en campaña para gobernador de Michoacán, El primer encuentro no pudo ser más romántico, merecería ser consignado en los anales del género. Ella misma lo dejó registrado en su libro "Era otra cosa la vida".

"Desde que nos vimos, yo desde el balcón de mi casa y él pasó por delante montado a caballo, me saludó desde abajo como a cualquier persona; desde ese momento, fue mutua la simpatía", comentó doña Amalia. El flechazo fue fulminante. Ella tenía 15 años y el militar 33. Al día siguiente coincidieron en una comida que ofrecieron al general en la finca Los Pinos; años más tarde, en claro homenaje de su marido, Cárdenas bautizó la residencia presidencial con ese nombre.

Los padres de Amalia, católicos conservadores, se opusieron al noviazgo porque el general Cárdenas tuvo una participación directa en la Guerra de los Cristeros, que ensangrentó a México por cuestiones religiosas. La joven fue internada en un colegio de monjas de la capital. Sortearon todas las vicisitudes y se casaron por lo civil el 25 de septiembre de 1932. A los 23 años se convirtió en primera dama de México.

Y aunque como esposa del presidente doña Amalia se mantuvo al margen de la política, durante la gestión del general Cárdenas (1934-1940) participó en dos momentos fundamentales que definieron el signo nacionalista que caracterizó el mandato de su esposo.

El primero fue la acogida a 460 niños españoles, hijos o huérfanos de combatientes republicanos de la Guerra Civil, que desembarcaron en el puerto de Veracruz el 7 de junio de 1937. Fueron llevados a Michoacán, donde se les ubicó como internos en una escuela y donde tanto ella como el general Cárdenas los visitaban con regularidad. A estos refugiados se les conoció como los niños de Morelia.

Después vino la apropiación petrolera del 18 de marzo de 1938. Doña Amalia tuvo un papel protagonista en la recogida de fondos con los que indemnizar a las empresas extranjeras. En sus memorias, doña Amalia relata así aquel episodio: "El general me dijo: "Chula, se debe invitar a la mujer a una participación directa, en este momento es urgente la presencia de todos. Hay que hacer labor en las escuelas, en las familias, en fin, en un llamado nacional". La colecta para pagar la deuda de la expropiación fue una ayuda más bien simbólica, pero ¡cómo fue de hermosa la respuesta!"

El 20 de noviembre de 2007, recibió la Gran Cruz de la Orden de Carlos III, máximo reconocimiento que otorga el Estado español, por su destaca labor a favor de los exiliados republicanos. La acogida de los transterrados sentó un precedente de solidaridad internacional, que continúa vigente
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